04 noviembre 2006

Comenzar a lo grande


Muchas vueltas le he dado a mi primer post. Debe ser cosa de esa inseguridad que siempre me acompaña y, como me suele pasar, pensaba que la suerte me iba a echar una manita. No ha sido así. Mis ideas partían por empezar hablando de algo grande, bien en tamaño, o de uno de los grandes. ¿Por que no? Pero tras darle muchas vueltas he decidido hacer justo lo contrario. Partir de lo más pequeño.

Pero no puedo empezar sin poner boca arriba algunas cartas, como que no me gustaría hablar de monstruos reales, que salen en los telediarios, o no llegan a salir, pero que están ahí. Disfrutamos con la fantasía y quería utilizar ese forraje, aunque mi primer post se aproxima a monstruitos reales, que nadie se confunda. Es una orden.

Como íbamos diciendo, hablamos de pequeños monstruos y su uso en lo fantástico, y nada más pequeño que los microorganismos, los microbios, esos pequeños cabroncetes que han sido utilizados tantas y tantas veces para infundir terror. Tienen miles de formas de entrar en nuestro cuerpo, a saber: la simple respiración, el contacto con otra sangre, un esputo verdoso, un mordisco, inoculado mediante inyecciones y muchas más. Lo mas curioso de estas pequeñas criaturas no es su presencia, ni ellos son amenazadores en si mismo. Ni siquiera tienen los ojillos rojos o feas cicatrices. Con lo que de verdad nos acojonan son sus síntomas. Que se te caiga la piel a tiras no es agradable, supurar líquido verde viscoso no está de moda, convertirse en un zombi no es un buen plan de jubilación.


Otra de sus características suele ser su capacidad de supervivencia, normalmente nula, pero apoyados por la superioridad numérica y su invisibilidad al ojo humano, suele ser un enemigo implacable. Como decía mi adorado Dr. Frank-N-Furter "Yo puedo curar la causa, pero no los síntomas". Pero estas criaturitas no siempre juegan a contracorriente de la humanidad. Han sido grandes amigos eliminando invasiones alienígenas, infectando a malvados que reciben una ración de su propia medicina, o de su propia enfermedad, haciendo a los caballeros Jedi más poderosos que el resto de los seres estelares (aunque luego George Lucas y sus fans renieguen) y han combatido codo con codo invasiones de congéneres malvados en el cuerpo de Bill Murray. De hecho, creo recordar que al que devoraban en aquel viaje alucinante era un doctor buenazo, cosa que no cuadra en este párrafo, pero si los glóbulos blancos dieron fin a su vida, algo malo habría hecho, que la naturaleza es sabia.

Si he de elegir un favorito entre mis chiquitines es aquel que convierte a su portador en zombi. Bien sea a través del T-Virus de Resident Evil, o con la seudo-científica descripción que nos da Max Brooks en su imprescindible "Zombie survival Guide", o con los tintes ecologistas de 28 días después y Severed. Pequeño tamaño, grandes consecuencias. Buenas muestras que no deberían dejar de ver, mis adorados lectores, en que los chiquitines juegan un papel fundamental, son:

  • Cabin Fever
  • La guerra de los mundos
  • Viaje alucinante
  • Neighborhood watch (pero no coman nada antes del visionado)
  • 28 días después
  • El puente de Cassandra
  • El fascinante inicio de la secuela del Dark Knight de Batman por Frank Miller
  • Virus de Margheritti
  • Osmosis Jones y Érase una vez la vida

Y si se aburren, cosas como Estallido, o leer "En el blanco" de Ken Follet. Y recuerden, empieza la época de los catarros. ¿Deberíamos empezar a mirar los kleenex con otra cara?

1 comentario:

Chirurico dijo...

Cierto, porque no hay mayor virus de ficción que ese que comentas. Podriamos empezar con "Cagalera, el terror en tu bajo vientre". Se me ocurren miles de secuelas.